No puedo ocultar que no soy monárquico. Me parece anacrónico que en el siglo XXI y en una sociedad avanzada, donde se están haciendo notables progresos en acabar con la discriminación de la mujer, de dar oportunidades a todos los españoles, sea cual sea su origen; la jefatura del Estado esté vedada a los ciudadanos y quede en manos de una familia, que a efectos sucesorios los varones tengan prevalencia sobre las mujeres, que tengan opacidad en sus cuentas, etc...., no me parece representativo de nuestro país.
O sea, que yo me quedo con Melchor.
Viene esto a cuenta por un concepto universal, pero en época de recortes, de crisis, de replanteamiento de tantas cosas que nos parecían normales y lógicas, deberíamos ser aún mas exigentes con la transparencia de nuestros políticos. A principios de año les hablé de Transparency International, y de la posición que ocuaba España en ella. La transparencia combate la corrupción, y esta es una verdad universal.
Ahora se habla que el yerno del Rey de España está presuntamente implicado en malversación de fondos, a través de sociedades sin un objeto social muy claro, con frandes facturaciones a corporaciones locales y autonómicas, informes estrambóticos y a precios astronómicos, etc...
Que Iñaki Urdangarín pueda estar o no implicado es un dato importante pero en este caso no sería lo mas destacado. Lo que me preocupa y aterra, es que sea normal que las administraciones de este país, paguen cantidades elevadas a una multitud de empresas obscuras, sin objeto social claro, con clarísimas interferencias de políticos para enriquecerse ellos, el partido o ambos. Y no es una cuestión del PP, PSOE, Ciu, PNV, etc... Es una cuestión sistémica a la que nos han acostumbrado y que ya ni nos soreprende. Sería bueno un mínimo de decencia frente a los millones de parados, los funcionarios con el salario recortado, los trabajadores con futuro incierto o simplemente negro, los empresarios que no acceden a financiación y que sufren la recesión como cualquier ciudadano, etc...
Me produce sonrojo el que lo hayamos aceptado como normal, independientemente que esten implicados nombres ilustres o anónimos. Mas transparencia, menos corrupción, mas austeridad en todos los niveles, menos opacidad y mas control de la sociedad de las cuentas públicas; serían recetas perfectamente válidas para nuestra sociedad y más aun en tiempos de crisis.
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